Opinión | Zona Zero
'Marco’, la impostura hecha oficio
La galardonada película sobre un falsario, basada en un libro de Javier Cercas, nos hace reflexionar sobre cómo convivimos la mentira y lo obstinada que puede ser

Eduard Fernández caracterizado como Enric Marco. / El Periódico
Siempre me han intrigado los mecanismos de la impostura. Por eso la película Marco, de Jon Garaño y Aitor Arregi basada en hechos reales y en el libro El impostor del extremeño Javier Cercas resulta tan atractiva. La mentira tiene extraños vericuetos para acabar siendo aceptada ampliamente por la sociedad, verdadera tragaldabas de cuanto se difunde por medios de comunicación y redes sociales sin ningún filtro o crítica. Hace ya tiempo que, como periodista, acabé aceptando el viejo aforismo que dice: «De lo que te cuenten, nada; y de lo que veas, créete la mitad». Sin embargo, existen falsedades que perviven entre nosotros, se multiplican y acaban convirtiéndose en ejemplo de vida para miles de personas, en algo más del paisaje.
Eso es lo que sucede en la historia tan bien contada para el cine, con distancia, sin apasionamientos, dureza, y bastante rigor histórico. Como bien es sabido Marco aborda la subida al cielo de la opinión pública y condena al ostracismo posterior de Enric Marco, a la sazón secretario general de la CNT y presidente de la Amicale de Mauthausen de España. Según su relato, era superviviente de los campos de exterminio nazis en la segunda guerra mundial. En realidad, había suplantado la identidad de Enrique Moner, un verdadero deportado español en Flossenbürg.
Hay un momento en toda impostura en el que todas saben que el emperador va desnudo, pero nadie se atreve a decirlo. Nos pesan convencionalismos, ‘buenismos’ y un exceso de corrección política que han anulado cualquier atisbo de pensamiento crítico. Una vez que se desenmascara al traidor todo son frases como «ya lo sabía yo», «se veía venir» y «todos los sabíamos».
Especialmente surrealista es la huida hacia delante de Enric Marco, que justifica su mentira en los beneficios que trajo su difusión del horror nazi, en la financiación lograda para las asociaciones de afectados, y lo que es peor: en tono desafiante asegura que todos en algún momento falseamos a nuestro favor el relato de la realidad. Sí, el emperador va desnudo ante una sociedad que le aplaude sin hacerse preguntas, y solo un modesto profesor de historia le aguó la fiesta al falsario. Por último, la película recoge un delirante y real desencuentro entre Javier Cercas y el propio Marco quien en una presentación literaria se vuelve a reivindicar como represaliado por los nazis. Su ejercicio de hipocresía lo mantuvo hasta su muerte, ya centenario. Ojalá esta historia nos haga reflexionar sobre cómo la impostura carcome los cimientos de nuestra sociedad hasta límites inimaginables.
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