Opinión | La mirada
Adiós profesor y amigo Florentino
Sé que tu espíritu seguirá presente en la Diócesis, lo necesitamos. Descansa en Paz

Florentino Muñoz. / EL PERIÓDICO
Andaba dándole vueltas al tema semanal de la columna, cuando me llega la noticia del fallecimiento de Don Florentino Muñoz, sacerdote diocesano de referencia para muchos desde los años sesenta del siglo pasado hasta ahora. Su amor a la Diócesis fue su señal de identidad y su lección mas importante para todos los que intentamos imitarle.
Estudió en la Ponti de Salamanca, pero enseguida se dio cuenta que necesitaba ampliar esos estudios, preparaba sus maletas y los meses de verano lo tenemos atendiendo una parroquia de las a afueras de París, pero sobre todo, estudiando a tope a los teólogos todavía desconocidos por aquí, pero que estaban marcando el ritmo de la nueva ciencia teológica. El fue unos de los encargados, junto con otros en otras materias (Celso, Marcelino), de dar el paso en Coria- Cáceres a la nueva Teología que se desembocaría en el Vaticano II. Solo por esta labor ya es digno de un gran reconocimiento.
He dicho antes, que su amor a la Diócesis es su gran lección, y esto es una verdad como una casa. Hubo un tiempo en que se encargó de la formación permanente de todo el clero diocesano, y no porque los sacerdotes fueran a Coria o a Cáceres a recibirla, sino que él se desplazaba a todos los arciprestazgos diocesanos para rezar con los sacerdotes e impartir sus enseñanzas. Y así durante todo el curso. Me diréis, «eran otros tiempos», efectivamente es así, pero eso no merma la radicalidad de su opción completamente desinteresada. Ha sido un honor poder acompañarte en algunas de esas visitas.
Yo comencé a tener noticias de Don Florentino cuando los seminaristas estudiábamos en el Diocesano, el daba clase de lengua el curso posterior al mío, y ya comencé a tenerle pánico por lo que me podía pasar el curso siguiente, ya conocíamos todos que su costumbre era preguntar en clase y el elegido cogía su silla, subía a la tarima y desde allí comenzaban sus preguntas, ¡terrible! Tuve la suerte que en el nuevo curso los seminarista continuamos las clases en el Seminario y me libré. ¡Benditos años! Luego lo tuve durante toda la teología pero ya fue otra cosa.
Nunca aceptó un homenaje por su trabajo realizado, nunca. Fue director del Diocesano, y alguna vez se intentó reconocer su labor, no había manera. «Su homenaje era el trabajo realizado», decía. Sin palabras.
Florentino, sé que tu espíritu seguirá presente en la Diócesis, lo necesitamos. Descansa en Paz.
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