Opinión
Gracián, Montero, Sánchez y los chiringuitos

BALTASAR GRACIAN.
Haber leído a Gracián no es garantía de haberle entendido y mucho menos de obrar correctamente, por eso y por mil motivos más, una, que lo leyó en la universidad privada en la que tuvo la suerte de estudiar, abunda en meteduras de pata, sin falsa modestia, como la mayoría de las personas que conoce, aunque a algunas se les perdone por su bondad y a otras sea muy difícil disculparlas. Cinco ministros del gobierno incluido Sánchez estudiaron en universidades privadas. Él, Albares, Marlaska, Saiz y Hereu prefirieron lo privado a lo público seguramente por razones muy poderosas, todas ellas respetables, faltaría más, aunque hay que reconocer que no es lo mismo el María Cristina de El Escorial, que no estoy diciendo que sea un chiringuito -lo dijo él, así en general- donde estudió, que Deusto, la Universidad de Navarra o ESADE donde lo hicieron los demás.
Don Baltasar escribió que «La discreción en el hablar importa más que la elocuencia». La vicepresidenta, en sus arrebatos mitinescos de fervor más sanchista que Sánchez, pisotea precisamente la discreción, la elocuencia, la prudencia o la presunción de inocencia
Tuvieron la libertad y la posibilidad de hacerlo y nadie todavía les ha acusado de haber comprado sus títulos hasta que ha llegado la locatis de la ministra María Jesús Montero que a gritos desbarraba el otro día, como suele, para insultar a los más de 300.000 alumnos que estudian ahora mismo en centros superiores privados y -por qué no - en diferido a sus cuatro colegas y también a su amado líder, pues cuando abre la boca esta mujer es para desbarrar. Se conoce que en la universidad pública de Sevilla donde estudió la carrera de Medicina ni antes ni después tuvo a Gracián como lectura de cabecera, circunstancia muy deseable aunque no podamos exigirle que sea a la vez vicepresidenta primera, ministra de Hacienda, vicesecretaria general del PSOE, secretaria general del PSOE de Andalucía, candidata a presidenta de la Junta y humanista, que el pluriempleo es lo que tiene, da para leer lo justo. Don Baltasar escribió que «La discreción en el hablar importa más que la elocuencia». La vicepresidenta, en sus arrebatos mitinescos de fervor más sanchista que Sánchez, pisotea precisamente la discreción, la elocuencia, la prudencia o la presunción de inocencia. Una prenda.
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