Memoria histórica

Miguel de Molina: una voz "eterna" para Cáceres

El cantante de copla es homenajeado en Cáceres con una placa en el hotel Alfonso IX, antes hotel Álvarez, donde se hospedó cuando fue confinado en la ciudad en 1940, y protagoniza una exposición en la sala Pintores 10 en la que se muestran sus diarios, partituras, diseños y sus originales trajes

Cáceres homenajea a Miguel de Molina

Jorge Valiente

Cáceres

La memoria es la más poderosa de las herramientas. Igual, en ocasiones, se subestima por aquellas personas que no tienen a bien ampliar la mirada, pero el recuerdo adquiere una potencia difícil de igualar. La gran virtud que tiene la memoria sobre todas las cosas es que puede presentarse en varios estados, como el agua. Puede llegar acompañada de objetos, lo material siempre evoca algo, una sensación, un olor, una vivencia, un amor o lo contrario. Cierto es que esta memoria es efímera en tanto en cuanto el propio objeto desaparece. Cuando se desvanece, el recuerdo se va con él. Lo bueno es que la memoria tiene otro estado, ese sí es imperecedero, no se puede tocar, no se puede borrar por mucho que quieran, no se recoge en los papeles y está presente siempre en algún rincón.

Las personas somos sus vectores, los vínculos que conservan la presencia de los que ya no están o de los que fueron objeto de alguna violencia injustificada. Esa memoria nunca llega a reparar la injusticia porque la humillación, el dolor causado, la violencia difícilmente tienen reparación. Pero alivia de alguna manera pensar que ese espacio que no dejaron ocupar y vivir a muchas personas en aquel ‘tiempo negro’, oscuro, ahora, lo enmienda el tiempo. Lo enmiendan las familias, los seres queridos, los allegados, las instituciones y la propia sociedad. 

Entre esas personas a las que no querían dejar ser y fueron, además con un insólito ímpetu, con pisada, con una herencia que construye todo un país se encuentra Miguel de Molina, el nombre artístico de Miguel Frías de Molina (Málaga, 1908-Buenos Aires, 1993). El cantaor, más conocido como el faraón de la copla, se fraguó en presente y un futuro sin saberlo por aquel entonces. Sus cantares sirvieron para edificar una identidad propia. Pocos habrá que no escuchen sin tararear, los más aventurados se arrancarán al cante, ‘Ojos verdes’ o ‘La bien pagá’. Su talento, su desparpajo y su personalidad, arrolladora según las crónicas, no fueron tan bien recibidas en aquellos años treinta, preludio de una Guerra Civil y un régimen dictatorial que durante cuarenta años ensombreció todo un país.

Fue abiertamente republicano y abiertamente gay en un país en el que la diversidad era castrada y violentada. No le valió el talento en las artes de la copla, que paradójicamente décadas más tarde se ha convertido en bandera nacional, para evitar los golpes que le convirtieron en un artista errante en la península, también se hospedaría en Cáceres aunque por obligación, hasta que finalmente, Argentina fue su reposo, su lecho. 

Una imagen de la exposición en ‘Pintores, 10’.

Una imagen de la exposición en ‘Pintores, 10’. / JORGE VALIENTE

Se hospedó en la habitación 26

Ese legado, su presencia, su memoria, se recuerda desde este martes en el hotel Alfonso IX, entonces hotel Álvarez, con una placa para que su recuerdo pase de lo invisible a lo presente. «Reprimido por el régimen franquista, se hospedó en la habitación 26 de este hotel entre marzo y abril de 1940 durante su confinamiento en Cáceres», reza la insignia que descansará en el vestíbulo del hotel de la calle Moret. De forma paralela, la ciudad le dedica una exposición itinerante en la sala Pintores, 10 que lleva por título ‘Embrujo, los mundos de Miguel de Molina’. 

Esta muestra es fruto del trabajo de la Casa de Velázquez y la fundación en honor a su figura que dirige su sobrino nieto Alejandro Salade y las investigadoras Begoña Riesgo, Laurie-Anne Laget y Stéphanie Demange. La muestra ha sido organizada por la Diputación de Cáceres, a través de su programa centrado en ahondar en la memoria histórica y como padrinos cuenta con Pilar Boyero y el actor Manuel Banderas. 

«Y en verdad esta es mi vida, porque llevo el teatro en el alma con la misa alegría que en los labios una canción». Esos versos del propio Molina dan la bienvenida a quien visita la muestra. En el recorrido de la exposición que se puede visitar desde este martes y hasta el 9 de mayo, se puede ver documentación del mes que pasó confinado en Cáceres en 1940 tras haber sido duramente agredido en Madrid, desde sus diarios hasta la correspondencia con el maestro Juan Solano, con quién estableció una profunda amistad. Relatan los cronistas que fue el propio Molina el que le recomendó al maestro que enviara sus partituras a Concha Piquer.

«Viene a reparar la relación de Miguel con Cáceres»

También hay recortes de prensa, documentación fotográfica y quizá lo más significativo, una selección de trajes originales que lucía en los teatros. «Yo quería demostrar que un hombre podía cantar cuplés flamencos sin imitar a nadie y sin vestirse de mujer. Así nació la blusa. La hice e seda georgette, color verde Nilo y le apliqué unos grandes lunares de terciopelo verde oscuro, rodeados de pedrería», recogía en sus declaraciones el propio Miguel. 

La puesta en escena de la exposición, a la altura del artista, y el acto, tan sencillo como emotivo. Morales subrayó la importancia de «reconocer a las personas que lucharon por la libertada» e instó a «no permitir que las diferencias sean motivos de discriminación». Su sobrino nieto, visiblemente emocionado aseguró que la gira de la exposición no podía tener mejor comienzo. «Viene a reparar la relación de Miguel con Cáceres». Banderas y Boyero cantaron, como no podía ser de otra manera y recordaron al maestro Molina y por alusiones, al maestro Solano. Muchas voces para reconocer a «una voz eterna».

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