¿Podrá recuperarse el multimillonario de este golpe?
Lluvia de fuego: el desastre del Starship amenaza el imperio espacial de Elon Musk
Entre escombros y regulaciones, el cerco se cierra sobre SpaceX y representa uno de los mayores desafíos de su carrera espacial

Restos de Starship cayendo después de la explosión. / Reuters.
La segunda explosión consecutiva del Starship de SpaceX no solo dispersó escombros sobre el sureste de Estados Unidos y las Bahamas, sino que también hizo añicos —al menos temporalmente— el cronograma de Elon Musk para conquistar Marte.
El 6 de marzo de 2025, el cohete Starship de SpaceX experimentó su segunda explosión consecutiva durante un vuelo de prueba, generando retrasos en el tráfico aéreo de Florida, cuestionamientos regulatorios y preocupaciones ambientales.
Este incidente, ocurrido minutos después del despegue desde Texas, no solo refleja los desafíos técnicos inherentes al desarrollo de la nave más poderosa jamás construida, sino que también plantea dudas sobre el cronograma agresivo de Elon Musk para colonizar Marte.
Aunque la empresa logró recuperar exitosamente el propulsor Super Heavy, la pérdida de la etapa superior —junto con la liberación de escombros sobre zonas pobladas— ha intensificado el escrutinio sobre los métodos de prueba de SpaceX y su impacto en la seguridad pública.
Cronología de un fracaso anunciado
El lanzamiento del Starship, programado inicialmente para enero de 2025 pero pospuesto por "incertidumbres técnicas", buscaba demostrar dos hitos críticos: la primera implementación de un sistema de purga de nitrógeno para reducir riesgos de incendio en los motores Raptor, y el despliegue simulado de satélites en órbita.
Sin embargo, la misión terminó abruptamente cuando, nueve minutos y medio después del despegue, la nave comenzó a girar descontroladamente tras la pérdida de múltiples motores. Según imágenes difundidas en redes sociales, fragmentos incandescentes cayeron sobre el sur de Florida y las Bahamas, activando protocolos de emergencia en aeropuertos como Miami y Orlando.
Este accidente repite patrones observados en el séptimo vuelo de prueba en enero de 2025, cuando el Starship explotó a 146 km de altitud, dispersando restos sobre el Caribe y dañando propiedades en las Islas Turcas y Caicos. En ambos casos, la Administración Federal de Aviación (FAA) inició investigaciones para determinar si SpaceX cumplió con los protocolos de seguridad, especialmente en lo relativo a la gestión de escombros y la comunicación con controladores aéreos.
Análisis técnico
En el último incidente, la telemetría del vuelo mostró que dos de los tres motores Raptor Vacuum de la etapa superior se apagaron prematuramente, seguidos por una "liberación energética" —eufemismo de SpaceX para una explosión— en la sección trasera. Esto sugiere defectos en el diseño de los sistemas de presurización o en los materiales de las tuberías de combustible, un problema ya identificado en 2017 cuando la NASA criticó el uso de componentes industriales —en lugar de aeroespaciales— en condiciones criogénicas. Aunque SpaceX introdujo modificaciones en los conductos de alimentación y un nuevo sistema de purga de nitrógeno tras el vuelo, estos cambios no fueron suficientes para evitar la catástrofe.
En contraste con los problemas de la etapa superior, antes de la explosión el propulsor Super Heavy completó su tercer aterrizaje exitoso en la torre de lanzamiento de Boca Chica, Texas. Este logro, conseguido mediante un descenso controlado desde velocidades supersónicas, demuestra avances significativos en la reutilización de cohetes, piedra angular del modelo de negocio de SpaceX. No obstante, la captura del booster pierde relevancia si la nave principal sigue siendo destruida sistemáticamente.
La FAA bajo presión
La FAA ha impuesto una investigación exhaustiva que retrasará futuros lanzamientos hasta que SpaceX identifique las causas raíz del accidente y demuestre mejoras en sus protocolos. Este escenario recuerda al accidente del Falcon 9 en 2015, donde la agencia exigió un factor de seguridad 4:1 en componentes críticos tras descubrir que SpaceX usaba piezas no certificadas para cargas criogénicas. Ahora, el enfoque regulatorio podría expandirse hacia la gestión de desechos en altitudes mesosféricas, donde la quema de acero inoxidable —material del Starship— libera óxidos metálicos que podrían afectar la capa de ozono.
Según estimaciones preliminares del University College London, la desintegración del Starship en enero generó 45.5 toneladas de óxidos metálicos y 40 toneladas de óxidos nitrosos, equivalentes a un tercio de la contaminación anual por meteoritos. Aunque el acero produce menos impacto que el aluminio —usado en otros cohetes—, la recurrencia de estos eventos preocupa a científicos como Jonathan McDowell, quien advierte sobre efectos acumulativos en la química atmosférica.
División en la comunidad espacial
Mientras expertos como Bill Nelson, administrador de la NASA, defienden desde hace tiempo los riesgos calculados como parte inherente de la innovación, otros critican la cultura de "prueba y error" de SpaceX. Destacan que los fallos son esperados en fases tempranas de desarrollo, pero señalan que la explosión sobre zonas pobladas —aunque dentro de corredores autorizados— erosiona la confianza pública en la tecnología espacial.
SpaceX planea implementar el motor Raptor 3 en futuras iteraciones del Starship, reduciendo volumen en la sección de combustible y eliminando juntas propensas a fugas. Además, el noveno vuelo de prueba incluirá un nuevo diseño de escudo térmico con menos baldosas —ajuste basado en datos del reingreso descontrolado de enero. Sin embargo, estos cambios tomarán meses en validarse, retrasando posibles misiones tripuladas más allá de 2026.
El fracaso consecutivo del Starship subraya la complejidad de crear un sistema de transporte interplanetario totalmente reutilizable. Si bien SpaceX ha revolucionado el acceso al espacio con métodos ágiles —como evidenció al modificar la órbita inicial de los Starlink tras una tormenta geomagnética en 2022—, la escalada en tamaño y ambición del Starship exige mayor rigor técnico y transparencia.
Para Musk, equilibrar la velocidad de desarrollo con la seguridad operacional será clave para mantener el apoyo de inversores y reguladores, especialmente cuando cada explosión cuesta millones y alimenta debates sobre sostenibilidad y responsabilidad corporativa.
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