Opinión | Jueves sociales
Fango, lodo, cieno

La Fiscalía insiste en frenar el libro sobre Bretón por el "inminente" daño a los menores
Siempre nos ha fascinado la maldad, sobre todo si la contemplamos a salvo desde la comodidad de nuestra casa. Antes la leíamos, pero ahora nos alimentamos de ella cada noche en el amplio abanico de crímenes que nos ofrece cualquier plataforma. Hannibal Lecter o el mismo Drácula se han quedado cortos al lado de las series que buscan nuestro interés con enrevesadas tramas sobre mentes tortuosas o enfermas. Como siempre hay un más allá, y nos gusta ver la crueldad de los otros, lo esperable es que la ansiedad de nuestro ocio se calme con el tranquilizante de los asesinatos verdaderos, porque la ficción se nos ha quedado corta y la realidad siempre cumple lo que promete. Por eso las plataformas están llenas de lo que ahora se llama true crime, y antes salía en El Caso.
La ficción se nos ha quedado corta y la realidad siempre cumple lo que promete. Por eso las plataformas están llenas de lo que ahora se llama true crime, y antes salía en El Caso
Nos hemos modernizado, claro, pero el contenido es el mismo por más que lo presenten como nuevo: asesinos y víctimas reales servidos a la hora de la cena, para que la digestión se mezcle con la catarsis de sabernos a salvo en nuestras casas ; pero como nunca llueve a gusto de todos, ahí está la madre de Gabriel, el niño asesinado por la novia de su padre, que se niega a revivir la muerte de su hijo para toda España, a que su niño se convierta en materia de ficción cuando la realidad de su muerte aún no ha sido digerida. Ahí está también Ruth, a quien un asesino arrebató la vida de sus hijos solo para hacerle daño. Ella no quiere recordar el horror, volver a contemplar lo que no puede dejar de ver cada vez que cierra los ojos. Por eso ha pedido que no se publique un libro sobre su exmarido, autor de los crímenes, cuyo nombre no me apetece escribir. Para defenderse, el escritor y la editorial hablan de la pulsión de la violencia, de que no la justifican, sino que buscan el porqué. A mí nunca me ha interesado el porqué de un crimen, en este caso está claro que solo se persigue causar un dolor infinito a esa madre que no olvidará nunca. Me interesan más los para qué. Para qué dedicarle un libro a un criminal sin gloria ni épica, para qué invertir dinero en publicar las miserias de una mente capaz de drogar, matar y luego quemar a sus hijos.
No, no hay pulsión alguna, ni literatura ni tremendismo ni grandeza que valga. Hay solo mediocridad y bajeza. Pero qué sabré yo, qué sabrán esas dos madres, qué sabremos todos de los delgados límites entre la libertad de expresión y el respeto a la memoria de los dos niños. No leeré el libro, me quedo con los malos de ficción, al menos son solo literatura
No, no hay pulsión alguna, ni literatura ni tremendismo ni grandeza que valga. Hay solo mediocridad y bajeza. Pero qué sabré yo, qué sabrán esas dos madres, qué sabremos todos de los delgados límites entre la libertad de expresión y el respeto a la memoria de los dos niños. No leeré el libro, me quedo con los malos de ficción, al menos son solo literatura. No me interesa remover el fango, pescar en el lodo, revolcarme en el cieno.
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