Semana Santa de Cáceres
El cofrade anónimo
El trabajo en una hermandad no es fruto del esfuerzo de unos pocos, sino de muchas almas que no veremos en fotos y cuyos nombres no leeremos en artículos ni oiremos en pregones

Cofrades de la Sagrada Cena, en la mañana de Jueves Santo, aguardando la salida de la procesión desde Santiago. / CARLOS GIL
Ricardo Fernández Hernández
Cuando uno se acerca a las noticias relacionadas con las cofradías, los temas que generalmente crean tendencia o despiertan mayor interés están relacionados con el cambio de vestimenta de las imágenes, con los estrenos que para un determinado culto o salida procesional va a haber, con la restauración de algún bien del patrimonio artístico, con una nueva marcha, etc. Por ende, con los nombres vinculados a estas noticias, como por ejemplo los de escultores, orfebres y bordadores, quién ha diseñado qué, el vestidor de los titulares o el autor de una determinada marcha, por no hablar del cambio de un capataz o un jefe de paso, o del autor de un libro relacionado con una determinada cofradía. Y también, aunque sea más frecuente en los estudios históricos, suele aparecer el mayordomo o hermano mayor bajo cuyo mandato se han llevado a cabo determinadas actuaciones, fundaciones, restauraciones, estrenos, etc. Es la parte más visible de las cofradías y de las personas a ellas vinculadas.
La vida, puertas adentro
Ciertamente, es la parte externa y lo que más se conoce de nuestras hermandades, pero me gustaría que estas breves líneas estuviesen dedicadas a tantos hombres y mujeres que, con más trascendencia que lo indicado en el párrafo anterior, se dedican a que todo lo que vemos sea posible. Hay una vida interna de puertas para dentro, en nuestros templos y casas de hermandad, que no se ve, pero sin la cual sería prácticamente imposible que todo lo anterior pudiese salir adelante. Y en esa vida, los protagonistas son los hombres y mujeres que, en el silencio y la discreción del anonimato, trabajan para que la vida de la cofradía se desarrolle con normalidad. Y no me estoy refiriendo únicamente a las personas que forman parte de las juntas de gobierno –por cierto, muchas de las cuales también pasan de puntillas por la historia de una cofradía aunque dejan con su trabajo una profunda huella–, sino a los cofrades cuyos nombres pocas veces se dan a conocer y sin cuya colaboración las directivas no podrían cumplir con su función o, cuando menos, les resultaría más complicado y oneroso. Personas anónimas que no buscan el reconocimiento público, la foto o el aplauso constante, pero que, con su esfuerzo, trabajo, dedicación, sacrificio de su tiempo libre o de dedicación a la familia, amigos u ocio, trabajan para que todo esté a punto.
Me estoy refiriendo a las personas que tienen preparadas las herramientas y los elementos auxiliares, a las manos de quienes cosen remiendos necesarios por el uso en túnicas, mantos, ropa de monaguillo, etc..., o confeccionan o bordan nuevas prendas para las imágenes o los montajes, a quienes facilitan la adquisición de nuevas túnicas. Personas que se dedican a trabajos de carpintería del metal o la madera, que pasan horas limpiando pacientemente los enseres para que estén lo más relucientes posible porque el amor a sus titulares hace que quieran verlos perfectamente preparados. El grupo de personas que se dedican a preparar y repartir las cartas a los hermanos o a cobrar recibos. Las que colaboran con la limpieza de la casa de hermandad o del templo o ayudan en el momento de los adornos florales.
También los voluntarios de Cáritas en las parroquias o en otros grupos de la Iglesia con fines sociales poniendo en práctica una de las dimensiones más importantes en las hermandades como es la caridad. La persona que, siendo cofrade o no, coopera con determinadas iniciativas de la cofradía contribuyendo con un anuncio en el anuario, en la revista yen los boletines, o que ayuda a sufragar las participaciones de una rifa o de la lotería de Navidad; las personas que venden dichas participaciones o las que con sus donaciones hacen que aumente el patrimonio de las cofradías. Y tampoco podemos olvidar a los numerosos jóvenes que trabajan en diversas actividades, tanto de apostolado como de otra índole, con los cofrades de su edad. Y cómo no recordar al grupo que lleva las redes sociales.
Los esenciales
Y así podría escribir páginas y páginas citando a los voluntarios anónimos que, con su entrega por amor y no solo para las procesiones de Semana Santa sino en el día a día cuando todo parece estar en calma, dedican parte de sus vidas a trabajar como un eslabón más de una cadena humana que, junto a las directivas, hace posible que todo pueda llevarse a cabo. Porque el trabajo en una hermandad no es fruto del esfuerzo de unos pocos, sino de muchas almas que no veremos en fotos y cuyos nombres no leeremos en artículos ni oiremos en pregones, pero que, sin duda, son parte esencial de la vida de las cofradías.
Por tanto, estas líneas son mi agradecimiento público a todos ellos y mi llamada de atención a mis compañeros y compañeras de juntas directivas para que valoremos, mimemos y cuidemos a tantos cofrades anónimos que, con su devoción a nuestros titulares, son pieza fundamental en el día a día de nuestras hermandades y cofradías.
* El autor es mayordomo de la Cofradía de la Sagrada Cena y Nuestra Señora del Sagrario
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