La cultura que nos viene

Un año nuevo con todo y más

Redistribución de la riqueza, memoria (mucha más memoria), buenas obras, viejos libros, viejos amigos, viejos vinos (con y sin alcohol), trabajos que nos gusten con todos sus derechos laborales y sueldos buenos, mucha cultura y felicidad, la que se pueda. Eso les deseo para este año

Concierto de  la Orquesta de Extremadura en el Palacio de Congresos de Cáceres.

Concierto de la Orquesta de Extremadura en el Palacio de Congresos de Cáceres. / Jorge Valiente

El año nuevo comienza con el concierto de Viena de fondo mientras se sacan platos llanos, platos de postre para los aperitivos, cucharas, cucharillas, tenedores, cuchillos, bandejas, vasos y copas, ya nos vamos a sentar a comer, si todavía es pronto, pero bueno, nos sentamos y un aperitivito. Lo decimos en diminutivo, pero corren el vino y el mosto y los refrescos y las charlas y vislumbramos a Muti y nos perdemos la Marcha Radetzky pero qué más da, si esta noche (que es día 2, porque los periódicos se escriben un día antes) nos vamos al concierto de la Orquesta de Extremadura en Mérida, que este año tendrá, quizá, nuevo director (digo «quizá» porque los plazos juegan bastante en contra). En Villanueva es hoy, justo cuando ustedes leen esto, y en Plasencia será mañana, día 4, con las últimas cartas a los Reyes.

He vuelto a regalar libros. He vuelto a regalar libros que nadie me ha pedido, porque a estas alturas de amigos lectores, es complicado saber qué tiene cada uno y qué no. He regalado libros que significan algo (mucho) para mí, libros que quería que un muchacho leyera y tuviera, el día 24 y el día 31, como un modo de dar la bienvenida al nuevo año y, sobre todo, como un modo de agradecer y de reconocer. He regalado libros a un chaval del que intuí que leía, pero del que no sabía qué leía y ahora espero que le gusten tanto Buck, Miss Amelia y Sydney Carton tanto como a mí porque resulta que lee bien y que no me equivoqué. 

Acabo y comienzo el año con «Betty» entre manos, que me recomendó Sara Solomando, que también me dijo que leyera «El cielo de la selva», que han acabado regalando y leyendo mis amigos también porque qué bien tener una amiga con los mismos gustos literarios que tú y qué bien hablar de lo mucho que nos interesan ahora los libros escritos por mujeres (compré un montón en la última feria del libro de Badajoz y solo cuando los amontoné para hacerles la foto descubrí que no había ninguno de ningún señor). Me queda algo más de la mitad de «Betty», de Tiffany McDaniel, una chica que tiene cuarenta años y que reivindica su herencia cheroqui y que escribe de una manera lírica y precisa y extraña para contar hechos tan duros que dan ganas de cerrar el libro o de pasar las páginas. Hay mucho amor aquí, pero también mucha crudeza, mucha poesía y mucho destierro y mucho naufragio y mucha locura y posiblemente se convierta en otro de esos libros que iré regalando. Como «Stoner», como «La infancia de Alan», que ya no puedo regalar porque está descatalogado. 

«Antes de la llegada del cristianismo -escribe Tiffany McDaniel-, los cheroquis se preciaban de ser una sociedad matriarcal y matrilineal. Las mujeres eran las cabezas de familia, pero el cristianismo situó a los hombres en lo alto. Debido a esa conversión, las mujeres cheroquis fueron desplazadas de la tierra que una vez había sido suya y que habían trabajado. Les dieron delantales y las metieron en la cocina, donde supuestamente estaba su sitio. A los hombres cheroquis, que siempre habían sido cazadores, les dijeron que cultivasen la tierra».

Y si hubiera un 2025 con más identidades profundas y reconocidas, pienso. Un 2025 en el que los pueblos pudieran mantener sus estilos de vida sin demasiada colonización occidental, un 2025 en el que comenzáramos a respetar a quienes no encajan en los moldes que nos enseñaron como unívocos y correctos porque lo mismo hemos de empezar a romper moldes y barajas. Un 2025 con una Ley de Extranjería más justa, que no deje desasistidas a miles de personas abocadas a la marginalidad. Un 2025 con más márgenes en el centro o con un centro más dedicado a mejorar las vidas de la gente. Un 2025 sin que muera nadie que amemos porque la muerte deja vacíos horribles. Un 2025 con menos libros pero mejores, porque la burbuja literaria se nos está yendo de las manos. Un 2025 con más imaginario femenino en las esferas de poder. Un 2025 con Netanyahu ante la corte internacional y con la comunidad internacional entrando en Afganistán y acabando con los talibanes de una vez y para siempre. Un 2025 con buen teatro, con buena música, con gente a la que poder regalarle libros que te han conformado, con los amigos de siempre inamovibles a tu alrededor, con comida rica sobre la mesa, sin pluriempleo porque no se llega a fin de mes, con más solidaridad de pueblo y de barrio, con más palabras con las que podamos contarnos a los demás, con las que poder preguntar sin hacer daño, con las que poder sanar y reír en las zozobras y los naufragios. Y sin abandonos de animales, gracias y por favor.

la perla

Conciertos de la Orquesta de Extremadura 

Estos días está la Orquesta de Extremadura con los valses que marcan, para todo Occidente, el inicio del año. Digo Occidente porque, con frecuencia, pensamos que las costumbres de toda Europa y de Estados Unidos son las que tiene todo el mundo y el mundo es muy grande. Villanueva de la Serena y Plasencia serán las últimas paradas de la Oex. Dirige Julia Cruz y escucharemos obras de Chueca, Chapí, Falla, Brahms y, por supuesto, los Strauss y Ofenbach, que siempre es festivo para acabar el año. Y daremos palmadas, como si fuéramos niños pequeños celebrando. 

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