Agricultura

El Kilómetro Cero de Moraleja: donde el tamaño sí importa

Toda la Sierra de Gata conoce a la familia de Jesús Caro, agricultores que hacen frente a la despoblación con su producción de sandías y melones

María Román

"Cuanto más grandes, mejor salen". Es el reclamo al que acuden decenas de personas, buscando la sombra en la mañana calurosa de Moraleja, al puesto que toda la Sierra de Gata conoce como kilómetro cero.

Enormes sandías se apilan en cestos, también melones, exquisitas y dulces peras, pimientos y tomates. Están a la venta a tan solo 40 metros de las 4 hectáreas de producción que explota Jesús Caro Moreno, un joven que sigue la tradición familiar de contribuir a la rica despensa extremeña de fruta y verdura. Tierra fértil y cuidados que dan como resultado sandías de "20 kilos y más", las estrellas de la venta en la modesta caseta de madera, adonde los clientes siguen llegando incesantemente.

"Con un poco de imaginación aquí se vive, y esto sí que es calidad de vida"

Jesús Caro Dionisio

— Agricultor

Jesús y su mujer no dan abasto a pesar kilos y kilos de manjares a los que paran en este punto para abastecerse. Un día, la familia optó por la venta directa. "Así nos ahorramos intermediarios y calidad y frescura ya ve, 40 metros desde la tierra donde nacen". Lo explica, orgulloso, Jesús Caro Dionisio, el padre, que aún se dedica al maíz y la soja.

Jaque a la despoblación

Jesús Caro hijo hizo un curso de formación de la Junta de Extremadura, "y también aprovechando las ayudas europeas", y lleva el peso del resto de la explotación, terreno en propiedad de la familia. Es la apuesta valiente por un sector difícil pero en opinión de Jesús Caro Dionisio, agradecido. El amor de esta familia al campo es un pequeño jaque a la despoblación del noroeste de Cáceres. "Toda la Sierra de Gata nos conoce, funciona mucho el boca a boca".

La tercera generación, la de los nietos, aún juega y corretea por el pueblo. Al abuelo le gustaría que se quedasen y siguieran la tradición familiar. Y anima a los jóvenes a incorporarse a un mundo rural que aún resiste. "Con un poco de imaginación aquí se vive, y esto sí que es calidad de vida".

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