Diario de un cacereño en Filipinas
De Cáceres a Manila: Viajar en el tiempo y el espacio, desde Abu Dabi hasta la estación de Atocha
Uno de los efectos colaterales de vivir en Manila, y de lo lejos que está, es que no se puede alcanzar con un vuelo directo. Gracias a eso, o a pesar de ello, estoy conociendo nuevos aeropuertos y añadiéndolos a mi lista de estaciones familiares

Aeropuerto de Abu Dabi. / Autor: R. Roletschek

Las estaciones siempre me han parecido un lugar especial. Desde que empecé a desplazarme a menudo desde Cáceres, mi ciudad natal, hasta Madrid, donde estudié la carrera, fui cogiéndoles cariño y, de alguna forma, a sentirme a gusto en estos lugares diseñados para estar de paso, pero que representan ya la primera página de un nuevo capítulo.
Desde el andén
Estar en el andén no solo significaba esperar el autobús, sino anticipar el viaje e imaginar lo que te esperará al otro lado del trayecto. Poco a poco, mi radio de estaciones familiares se fue ampliando. De la estación de autobuses de Cáceres pasé a la de trenes, para luego sentirme también cómodo transitando por los jardines interiores de Atocha y, finalmente, acostumbrarme a visitar el aeropuerto de Barajas.
Uno de los efectos colaterales de vivir en Manila, y de lo lejos que está, es que no se puede alcanzar con un vuelo directo. El viaje desde España ya no es tan largo como cuando lo hizo Elcano y el avión ayuda mucho, desde luego. Pero aun así, no es un paseo y es necesario dividir el trayecto en dos. Gracias a eso, o a pesar de ello, estoy conociendo nuevos aeropuertos y añadiéndolos a mi lista de estaciones familiares. Las escalas de los vuelos al Sudeste Asiático desde Europa, y su regreso, suelen ser en alguna ciudad del Golfo Pérsico. Hasta ahora había parado un par de veces en Doha, pero hace un par de semanas, en mi último viaje hacia España, me tocó conocer por primera vez el aeropuerto de Abu Dabi. Me gustaría decir que noté la diferencia, pero los dos aeropuertos son muy similares. Ambos espacios muestran una exuberante arquitectura futurista, con influencias de motivos árabes, y contienen multitud de tiendas de ropa de ultra lujo.
Las marcas
Chanel
Marcas como Gucci, Chanel o Louis Vuitton cuentan con tiendas independientes que son una propia atracción en sí mismas, puesto que las han construido ex profeso para llamar la atención. Las paredes de Louis Vuitton recuerdan al famoso tejido de sus bolsos. En el interior de Chanel solo se ven tres colores, blanco, negro y dorado. Gucci se parece más a una galería de arte que a una tienda de bolsos. Entre establecimiento y establecimiento, aparecen por los pasillos estatuas de camellos dorados o palmeras gigantes que te recuerdan que en realidad el aeropuerto está construido en mitad de un desierto. Este oasis moderno, de alguna forma, también se siente como un espejismo. Uno camina por los pasillos viendo productos inaccesibles para la mayoría de los que pasamos por ahí, como si fueran una charca de agua que tienes al alcance de la mano, pero de la que en realidad no puedes beber.
El viaje
Después de haber superado un viaje de doce horas y sin saber muy bien en qué momento del día o la noche te encuentras, no se termina de comprender del todo lo que se está viendo. Por un lado, las tiendas europeas de lujo exclusivo, en donde a menudo hay seguridad en la puerta para decidir quién puede entrar y quién no. Por otro lado, los viajeros que pululan por la terminal: familias saudíes, con hombres acompañados de sus esposas vestidas de negro desde la cabeza hasta los pies (en ocasiones varias esposas por cada marido), trabajadores filipinos de manos rugosas, vista cansada pero sonrisa perenne, yendo o volviendo de algún periodo de varios meses trabajando en un barco (si son hombres) o como asistentas en alguna casa (si son mujeres). Y rellenando los huecos que dejan estos dos grupos, aparecen ejecutivos occidentales con ceño fruncido pegados a un móvil. Incluso, si prestas atención, puedes encontrarte con algún futbolista español exprimiendo sus últimos años de carrera profesional (llegué a coincidir con uno de ellos en un vuelo que conecta España con Emiratos Árabes).
Terminal
Tras un par de horas paseando por la terminal, cuando por fin llegué hasta la nueva puerta de embarque y vi la palabra “Madrid” en la pantalla del mostrador, respiré. Sabía que al otro lado del siguiente vuelo me encontraría con un lugar más reconocible, una estación que ya he hecho mía. En un par de semanas me tocará volver a Filipinas y pasaré de nuevo por Abu Dabi. Comprobaré entonces si efectivamente el aeropuerto sigue ahí, o fue una alucinación producto del exceso de horas de viaje
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