La llegada al Vaticano de los cardenales conservadores Raymond Burke y Robert Sarah marca un momento de relevancia tras la muerte del Papa. Ambos representan el ala más tradicionalista y crítica de la Iglesia, con posturas muy distantes de las del Papa Francisco.
Robert Sarah, cardenal guineano, ha sido un firme opositor de la visión más inclusiva del pontífice argentino, adoptando un enfoque ortodoxo y conservador en temas clave como el celibato sacerdotal y la liturgia. Aboga por la misa tradicional o tridentina, una celebración en latín con el sacerdote de espaldas a los fieles. Sarah también ha sido vocal en su rechazo al relativismo que considera dominante en la sociedad moderna, y se ha presentado como un acérrimo defensor del legado de Benedicto XVI, desafiando la apertura de Francisco en varios temas como la moral sexual y la relación de la Iglesia con las minorías.
Por otro lado, Raymond Burke, cardenal estadounidense, también es considerado uno de los grandes nombres del conservadurismo e incluso un "papable" dentro de este grupo. Con una oposición tajante al Concilio Vaticano II y sus reformas, Burke ha sido un crítico feroz de la apertura del Papa Francisco hacia cuestiones como el divorcio y la comunidad LGTBI. Defiende la misa tridentina y se ha posicionado en contra de la eucaristía a los políticos católicos que apoyan el aborto, incluyendo figuras como el expresidente de EE. UU., Joe Biden.
Ambos cardenales, con sus visiones profundamente conservadoras, continúan siendo figuras clave en los debates sobre el futuro de la Iglesia, especialmente en este momento de transición tras la muerte del Papa.