CORONAVIRUS
Cinco años de la pandemia: no salimos mejores, sino más irritables, más polarizados y tocados emocionalmente
Psicólogos y sociólogos analizan los pasos adelante y atrás que dio la sociedad española tras la crisis sanitaria del Covid 19

Varios sanitarios del el Hospital Dos de Maig de Barcelona salen a aplaudir a los ciudadanos que les aplaudían en losm peores momentos de la pandemia del coronavirus. / FERRAN NADEU
Sostiene David Sainz, guionista y director de cine, autor de una serie apocalíptica que se ha estrenado hace poco en Prime Video, 'En fin', que fue escrita antes de la pandemia, pero que ya deslizaba situaciones que luego pasaron con el Covid-19, que la frase acuñada de "saldremos mejores fue la gran mentira que se nos contó: claramente la sociedad fue a peor". Se cumplen cinco años del inicio del confinamiento tras aparecer el virus letal en Wuhan (China) que, según datos de la OMS, provocó más de 777 millones de contagios y la muerte de más de siete millones de personas y, ciertamente, lejos de encontrarnos en un mundo mejor, parece más bien lo contrario.
Crisis económicas, guerras globales, una sociedad polarizada, más escéptica... Ya lo advirtió el Papa Francisco ante la Asamblea General de la ONU el 25 de septiembre del 2020, cuando ya había decaído el estado de emergencia y estaban a punto de llegar las esperadas vacunas: “De una crisis no se sale igual: o salimos mejores o salimos peores. Por ello, en esta coyuntura crítica nuestro deber es repensar el futuro de nuestra casa común y proyecto común". Como espejo en el que reflejarse estaba, entre otros hitos, la reconstrucción de Europa tras la Segunda Guerra Mundial, apoyada en amplios consensos sociales que facilitaron el crecimiento económico y, posteriormente, la llegada del Estado de Bienestar.
"Salimos más fuertes", un eslogan
"Salimos más fuertes" fue de hecho el eslogan elegido por el Gobierno de la nación en mayo de 2020, cuando ya había acabado lo peor del confinamiento, para agradecer a los españoles su responsabilidad y esfuerzo para vencer a la Covid-19, pero hoy, cinco años después, no parece quedar ni rastro de aquello.
"Las pandemias siempre han venido seguidas de procesos nacionales e internacionales muy complicados. Desgraciadamente, el mensaje de 'saldremos mejores' no se ha cumplido. A nivel psicológico muchos parámetros y datos demuestran que hay un malestar emocional significativo y permanente en la sociedad, a lo que hay que añadir las crisis económicas y los movimientos geopolíticos que han acabado en procesos bélicos, además de una polarización política que genera una sociedad más polarizada, algo que no es bueno tampoco para la salud mental", explica Roger Muñoz, psicólogo y profesor titular en la Facultad de Psicología de la Universitat de Valencia.

Una mujer es vacunada contra el Covid-19 en el Hospital Isabel Zendal de Madrid. / EP
"Yo creo que salimos, sin más; unos de una manera y otros de otra. Hay personas que salieron más resilientes, que aprendieron unas habilidades de todo esto, pero otras salieron más vulnerables, con estrés postraumático, todo depende de cómo vivieron la pandemia", asegura Arantxa Santos, psicóloga clínica y experta en terapia cognitivo-conductual. "A algunos el parón vital les sirvió para conectar con los buenos propósitos, pero en cuanto salimos de casa se quedaron en una expectativa que no íbamos a mantener", añade.
Para la socióloga y politóloga Cristina Monge, sin embargo, todavía no está claro cómo salimos, porque "estamos en plena catársis de lo que fue aquello". "No se ha hecho una evaluación de políticas públicas ni rendición de cuentas, y eso sería importante hacerlo", sostiene la socióloga, que añade que todavía no se ha investigado bien a nivel educativo como afectó a las nuevas generaciones, ya que profesores universitarios como ella coinciden en que habido "un bajón" en los chavales que estudiaban Segundo de Bachillerato en 2020 y 2021, un año antes de empezar una carrera: "No hemos investigado bien todavía este tema".
La salud mental
Sin duda, en el epicentro de las consecuencias del virus letal que tanto sufrimiento causó en todo el mundo está la salud mental. Según explica Muñoz, experto en tratamiento psicológico para la ansiedad y la depresión, la pandemia ayudó a "sacar del armario" el problema de la salud mental en nuestro país, lo cual es indudablemente positivo.
"Aprendimos que somos más conscientes de la fragilidad emocional; realmente la sociedad durante la pandemia experimentó lo que nuestros pacientes experimentan en consultas, trastornos emocionales y del ánimo", señala Muñoz, que estima que aun así las soluciones "no entraron en las puertas del servicio sanitario público como se reclamaba".
"Se están haciendo cosas", apostilla, "pero muy tímidamente. España tiene una prevalencia de ansiedad y depresión mucho mayor que la media europea porque no hay recursos sanitarios para la salud mental". Los datos avalan esta hipótesis. Según un estudio publicado en 2022 por la Dirección General de Asistencia Sanitaria de la Consellería de Sanidad de la Comunidad valenciana, por ejemplo, la pandemia triplicó las atenciones a niñas de entre 10 y 14 años por ansiedad y depresión.

/clip/42caac33-09e3-4959-81dc-4f02d8157cd7_source-aspect-ratio_default_0.jpg / EUROPA PRESS
"La pandemia no afectó por igual a todo el mundo", aprecia el experto. El grupo de la infancia-adolescencia, junto al de las personas mayores, que "sufrió un coste enorme por la falta de contacto con los demás y por la pérdida de actividad física", fueron de los más afectados. Muchas personas mayores, de hecho, comenzaron a tomar antidepresivos durante el confinamiento y después. Así lo corrobora un estudio publicado en 2024 en la Revista de Psiquiatría y Salud Mental, que apunta que el consumo de antidepresivos aumentó un 400% en Cataluña en los últimos diez años.
"Ha habido un encendido a nivel social sobre la importancia de salud mental", ratifica asimismo como efecto positivo del Covid Arantxa Santos, que destaca como, por ejemplo, están ocurriendo cosas que "eran impensables" hace unos años, como que "la gente joven hable mucho de sus emociones" y que "hasta las propias empresas tengan programas de bienestar emocional".
Aunque admite que la sanidad pública tiene unos recursos limitados, también considera que "se están logrando avances. El 14 de febrero, por ejemplo, se publicó el primer plan nacional para la prevención del suicidio, algo que se pedía desde hace muchos años". En ese sentido, explica, el parón obligatorio también ayudó a la población a darse cuenta de que "autocuidarse era algo importante; ciertas personas se han regulado a sí mismas para buscar ese bienestar emocional"; así, mucha gente que "empezó a practicar deporte en la pandemia lo sigue haciendo". Otra de las características nacidas de la pandemia, añade Monge, fue dar mayor importancia al medio ambiente y la naturaleza: "Se empezó a pensar mucho más en ello".
Polarización
Sobre la mesa también está, cinco años después, la polarización política, que en una suerte "de pescadilla que se muerde la cola, genera malestar emocional, y el malestar emocional genera polarización política", aprecia Muñoz. "Los partidos que necesitan esa polarización política azotan a ese malestar emocional, que la gente piense con las tripas y no con la cabeza, algo que también hacen los medios de comunicación, ir a esas tripas para llamar la atención", sostiene Roger, poniendo como ejemplo la vertiginosidad de las redes sociales.
De forma paralela, aprecia, siempre que ha habido pandemias en la historia de la humanidad "ha venido guerras y conflictos, movimientos geopolíticos por la lucha de recursos, ya que el ser humano sufre una sacudida y cierto trauma", razona Muñoz sobre la guerra de Rusia-Ucrania o de Gaza, o la batalla de aranceles que se ha desatado en todo el mundo instigada por el presidente de EEUU, Donald Trump.

Jóvenes entran a una discoteca del Paseo Marítimo de Barcelona poco después de que se permitiera abrir los locales de ocio tras el confinamiento. / MANU MITRU
Para Arantxa Santos una de las cuestiones más destacadas que ha notado tras la pandemia ha sido el aumento de la "irritabilidad y crispación", algo que se puede percibir en cualquier "puesto de atención al público."La gente tiene cada vez menos paciencia, saltamos a la mínima", dice la psicóloga, que lo relaciona con el "estrés emocional y el miedo de cuando el virus estaba en pleno apogeo, y estábamos con miedo a estar en público, en una cola o aglomeración, y eso perdura en la actualidad".
"Desde la pandemia vivimos en una postura más egocéntrica, centrados en conseguir lo que queremos", prosigue Santos, que cree que la crispación tiene que ver con que "estamos más desconectados entre nosotros a nivel emocional porque estamos más centrados en nosotros mismos y no en quien tenemos enfrente. Es una reacción para evitar el dolor, la ansiedad y el estrés".
Monge apunta, al contrario, que la crispación en la sociedad española empezó a gestarse tras los atentados del 11-M de 2004, cuando el debate público "subió muchos decibelios en beligerancia; la crispación de las elites se contagia a los círculos sociales. Lo que sí ocurrió en la pandemia fue el incremento del tiempo que pasábamos en la esfera digital, donde crecían los bulos y la desinformación y eso ayudó a crear burbujas autorreferenciales más cerradas. Eso venía ya de antes, pero la pandemia metió un grado más a todo esto".
Las redes sociales, de hecho, ratifica Muñoz, han elevado el nivel de crispación, ya que el cerebro humano está hecho "para pensar en clichés y con atajos mentales". "Si nuestro cerebro recibe vídeos de 20-30 segundos no es lo mismo que leerte tres libros al mes. Nuestro cerebro se está conformando de manera simple y eso es perfecto para la polarización, para las fake news", arguye. Para Roger, la pandemia y la polarización han aumentado "la desconfianza" de la población ante los políticos e incluso ante el prójimo, "una reacción adaptativa que puede ser muy desadaptativa en base a la negación de culpar al de enfrente".
"Concepto del tiempo distorsionado"
Otra característica curiosa que ha detectado Santos tanto en su consulta como en la calle es que "se nos olvidan las cosas muy rápido, tenemos un concepto del tiempo distorsionado". "Hay gente, por ejemplo", asegura, "que piensa que ha pasado mucho tiempo desde la pandemia y otros que lo tienen más presente. Se ha agudizado el vivir en piloto automático, que estés de cuerpo presente, pero tu mente esté en otro lugar". Esa "evasión" nació en la pandemia. Era una manera de protegernos de "una vida que era repetitiva". Es por ello que ahora muchas personas se han acostumbrado a "vivir deprisa, a comer compulsivamente, a viajar compulsivamente".

Personas mayores en un banco y jóvenes en una terraza, en la plaza Pedro Zerolo de Madrid, en agosto de 2020. / EFE
Aun así, todos ellos destacan que han surgido iniciativas políticas "muy interesantes", como en nuestro país, donde, tras una crisis sanitaria brutal, se ha crecido económicamente, y "ha aumentado el salario mínimo interprofesional y se ha reducido la pobreza". En ese sentido los fondos 'Next Generation' han permitido no hacer política de austeridad, y ser más expansivos. "En la universidad tenemos más fondos que nunca para la investigación de calidad", apunta Roger.
Para Monge también cabe destacar positivamente la protección sociolaboral que hubo durante la pandemia, con las ayudas en los ERTES que "protegieron a muchas empresas". "En España se hicieron políticas que reforzaron el escudo social", argumenta la politóloga, que añade que también resultó muy positiva la alta valoración que tienen los ciudadanos sobre los trabajadores del sistema sanitario público, en unos niveles más altos que nunca. En el otro lado de la moneda, lo que sienten los propios sanitarios, que acabaron hartos de la pandemia. Tanto que cinco de cada diez enfermeros y enfermeras se han planteado dejar su trabajo.
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