Trágico seismo
El terremoto derrumba a Birmania entre la desesperación y la anarquía
La cifra oficial de muertos asciende a 1.644, con 3.408 heridos y 139 personas desaparecidas

Un hombre evacúa a su esposa al hospital tras el terremoto en Mandalay. / Sai Aung AFP

Removiendo los escombros a mano, sin electricidad ni autoridades a las que pedir ayuda, debilitados por el hambre y la guerra. Un terremoto de 7,7 grados golpeó el viernes a uno de los países más frágiles del mundo con los previsibles efectos: paisajes de desoladora destrucción y la ausencia de todo aquello que funciona en un país razonable. Birmania no lo ha sido en los últimos cuatro años.
El último recuento oficial habla ya de 1.644 muertos, 3.408 heridos y 139 desaparecidos. Son apenas una fracción de la factura, porque serán necesarios días o semanas para que aflore la magnitud de la tragedia. La junta militar carece de presencia en vastas zonas del país y algunas de las propias siguen incomunicadas.
En Mandalay, la segunda ciudad del país y la más cercana al epicentro, las autoridades han contado 2.300 edificios derrumbados. También 600 monasterios y 300 pagodas han quedado dañadas en el corazón budista del país. El seísmo ha derribado tres colegios y varios puentes, entre ellos el centenario que cruza el río Irawaddi a la altura de Sagaing. También ha arruinado la línea de ferrocarril que une Mandalay con Yangon y destruido una presa.

Imágenes del terremoto en Birmania y Tailandia, tomadas por ciudadanos y compartidas en grupos locales de Whatsapp y redes sociales. /
“Hay demasiadas ruinas y ningún equipo de rescate ha venido a ayudarnos”, señalaba un vecino a la agencia Reuters mientras intentaba encontrar a sus familiares en los escombros de un edificio caído. Tampoco se han visto soldados, un recurso habitual en los desastres naturales en el resto del mundo. El Gobierno de Unidad Nacional, un gobierno civil prodemocrático y paralelo a la Junta, ha prometido que enviará a los suyos a las zonas bajo su control.
Cuadro de desesperación
En las zonas más afectadas vive aproximadamente un millón de personas. La buena noticia es la baja densidad de población; la mala, que abundan las construcciones de madera y otros materiales vulnerables. Muchas cayeron sin apenas resistencia con el seísmo y las réplicas. Las noticias sugieren un cuadro de desesperación, con hospitales desbordados y llamamientos públicos a donar sangre. Buena parte del país continúa sin electricidad ni conexión de telefonía ni internet. En Yangon, principal ciudad del país, el suministro eléctrico está restringido a cuatro horas diarias.
Siete personas al menos han muerto al derrumbarse una torre de tráfico aéreo en Naypyidaw. Los militares levantaron la capital administrativa años atrás en medio de la jungla porque estaba más blindada frente a los ataques rebeldes que la anterior, Yangon, y frente a los desbordamientos cíclicos del Irawaddi. Cuando el ciclón Nargis mató a 130.000 personas en 2008, los militares celebraron su decisión. El seísmo ha agrietado varias sedes ministeriales pero la solidez de las construcciones ha impedido la mortandad de zonas rurales.

La Junta militar eleva a más de 1.000 los muertos en Birmania por el terremoto / Ep
Ayuda humanitaria como "arma"
Alguna lección han aprendido los militares. En esta ocasión, al contrario que tras el Nargis, han pedido ayuda internacional. “A cualquier país, a cualquier organización”, han aclarado el general Min Aung Hlaing. Desde China, a la vanguardia global en labores de rescate, han llegado dos equipos con más de un centenar de miembros, drones y variada maquinaria, según la agencia oficial Xinhua. Rusia ha enviado dos aviones con 120 rescatistas y suministros. India ha mandado equipos, médicos y provisiones. También Malasia y Corea del Sur han prometido ayuda y la ONU destinará cinco millones de dólares.
El relator de Naciones Unidas para Birmania, Tom Andrews, advirtió que la junta militar birmana usa como "arma" la ayuda militar, tras el terremoto de magnitud 7,7 que azotó el viernes el país dejando más de 1.000 muertos y 2.300 heridos. "La respuesta de la junta al ciclón Mocha y al tifón Yagi demuestra su disposición a utilizar la ayuda (humanitaria) como un arma en medio de desastres naturales", dijo el relator en un mensaje publicado en X, y pidió a la comunidad internacional canalizar la ayuda: "El mundo debe colaborar con el Gobierno de Unidad Nacional, las organizaciones étnicas y los grupos de la sociedad civil para llegar a quienes la necesitan con urgencia", subrayó el relator.
País desangrado
La tragedia golpea a Myanmar en el peor momento aunque el país no ha disfrutado de muchos buenos desde que se independizó a mediados del siglo pasado. Los militares, tras gobernar con puño de hierro durante siete décadas, se echaron a un lado y permitieron una transición democrática encabezada por la Nobel de la Paz, Aung San Suu Kyi. En 2021, alegando fraude electoral, tomaron de nuevo las riendas y masacraron las protestas callejeras.
Muchas etnias recuperaron entonces las armas y el país se ha desangrado en los últimos cuatro años en una guerra civil sin final a la vista. Más de tres millones y medio de birmanos han sido desplazados y la mayoría de la población carece de servicios básicos como la asistencia médica o una alimentación suficiente.
Ni siquiera el terremoto ha pausado las embestidas bélicas. Aviones y drones del Gobierno atacaban en la tarde del viernes los refugios de los rebeldes en el estado Karen, según la organización Free Burma Rangers.
En la vecina Tailandia, el seísmo ha dejado un recuento provisional de seis muertos, 47 heridos y decenas de desaparecidos. Un edificio en construcción en Bangkok que se vino abajo centra la atención nacional. Las autoridades han enviado maquinaria pesada para remover los escombros pero las posibilidades de encontrar con vida a sus trabajadores bajo toneladas de cemento son exiguas.
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