Al sol y el aire fresco que baja de Sierra Nevada, pasándose una naranja del postre de mano en mano, un operario charla tranquilamente con los compañeros en un patio, todos vestidos del corporativo azul oscuro de los artificieros, mientras hacen la digestión del menú de 3,50 euros que sirven en el comedor de la empresa. El joven Carpa, que es como este día le está motejando un colega bromista -”Cada día me pone un nombre”, dice- es cuarta generación de empleados en “la fábrica”. Así es como llaman los veteranos de la ciudad a la FMG, Fábrica de Municiones de Granada, donde 300 trabajadores de la alquería del Fargue, “y de los pueblos del norte”, explica Carpa, producen proyectiles de artillería. En la entrada, en un rincón sombreado, un pavo real macho extiende su cola ante la hembra. Los guardas no se inmutan, los ven a diario, son las mascotas de la factoría. Los empleados les hicieron un casetón de madera para que críen, y parece que están en ello. Nadie diría, por su placidez, que este lugar de Granada es uno de los vértices que atraviesa la tensa y urgente necesidad de munición en Europa. En la industria de la defensa lo llaman “pico de demanda”, pero no es muy coyuntural: ya dura dos de los tres años cumplidos de la guerra que se libra a 4.000 kilómetros. Esta es una clave de estos tiempos del rearme, y descifrarlas es el objetivo de este serial de radiografías elaboradas por los diarios del grupo Prensa Ibérica. La FMG es estratégica para el Ejército. Lo es desde hace siglos, pero es que ahora la única planta española que produce munición de 120 y 105 mm para carros de combate se afana también en sacar proyectiles de 155, el calibre mayor de la artillería, conos verdes que forman puntiagudas hileras en la cadena de montaje con destino a la exportación... y a rellenar los anaqueles de los agotados arsenales de las Fuerzas Armadas. Buena parte de lo que pasa muros adentro es materia reservada: el tipo y cualificación de cada proyectil, si es perforante, fumígeno, incendiario, su coste, los clientes que lo piden… Como en otras factorías de la defensa visitadas por este diario, la identidad de trabajadores clave no se difunde, para eludir a espías y saboteadores. Sí trasciende a este diario -y no de fuentes de la fábrica- que ha visitado sus instalaciones Rustem Umierov, el ministro ucraniano de Defensa, en su búsqueda desesperada de munición por Europa. Lo que habrá podido ver dentro es una plantilla de hombres y mujeres veinteañeros y cincuentones. No es frecuente en el mercado laboral español, pero sí en la FMG. La alta demanda de munición ha propiciado que, primero, la empresa refrescara un equipo que, en los tiempos confiados de Europa, cuando apenas se vendía munición, llegó a una media de 57 años. Las vacas flacas duraron mucho, toda la siesta durante la que la UE se olvidó de la necesidad de la defensa. “Se vivía en los mundos de Yupi, y aquí hubo que sufrir dos reestructuraciones, en 1992 y en 2013. La fábrica corría el riesgo de morir por vejez”, relata Fabiola Martín, la hija de un empleado de FMG que hoy es jefa de recursos humanos de la firma. Primero se ha rebajado la edad media de la plantilla a 38 años a base de contrataciones, y ahora la empresa se permite fichar a parados de larga duración de Granada, “mecánicos, farmacéuticos, hasta profesores de más de 50 años que no lograban salir del paro. Aquí encuentran una segunda oportunidad. Hemos desterrado el edadismo”, dice la jefa de personal. En 2020 la norteamericana General Dynamics, propietaria de Santa Bárbara -matriz de FMG cuando todo esto era público- vendió la fábrica granadina al grupo eslovaco MSM. En 2023, Defensa le prorrogó a MSM la licencia para fabricar munición hasta 2036. La febril fabricación de proyectiles de hoy incide en un sector en el que la FMG tiene su propio convenio, con un salario medio para la escala básica de 30.155 euros sin complementos. Genera empleo en Granada, en El Fargue, en Beas, en Huétor Santillán, Víznar, Alfacar... Una zona tercera por la cola en renta per cápita de Andalucía, y cuarta en desempleo en toda España, muy dependiente del turismo, con pocas grandes referencias industriales conocidas, poco más que la lechera Puleva y la cervecera Alhambra. José Antonio Rodríguez, que fue alcalde de la localidad granadina de Jun durante cuatro legilsaltura y hoy es diputado experto en Defensa del Grupo Socialista en el Congreso, se fija en el dato de que 197.000 puestos de trabajo han estado ligados al sector en 2024. “La industria de defensa -dice- genera empleos directos, como la FMG en Granada, e indirectos, técnicos, proveedores de servicios locales, oportunidades laborales estables y bien remuneradas. Y como el sector requiere personal cualificado de ingeniería, fabricación avanzada o ciberseguridad, se impulsa la formación profesional y universitaria”. Avanza Rodríguez que “se trata de implantar industria de defensa en zonas menos prósperas, contribuyendo a equilibrar el desarrollo económico entre regiones. Zonas como el área norte de Granada podrían beneficiarse de una mayor descentralización industrial. Es lo que va a ocurrir en Castilla y León, Castilla-La Mancha o Galicia. Pero, al margen del triunfalismo en el sector, el diputado Rodríguez ve riesgos: “Falta mano de obra cualificada, y eso indica que se requieren inversiones en educación a medio plazo para maximizar el impacto local". La nueva etapa de FMG empezó con los blindados de Vladimir Putin atravesando la frontera de Ucrania. En la mañana del 24 de febrero de 2022 se le llenó el teléfono de llamadas a Antonio González, financiero de profesión y director de la FMG. Ahí dice que “empezó a cambiar la mentalidad de Europa. Vivimos una situación que nadie pensaba que llegaría”. Adaptarse a la demanda creciente ha sido “cuestión de inversión”, dice, pero no se deja llevar por el entusiasmo. Por experiencia sabe que “este sector es de picos de sierra. Vendemos a gobiernos…” Aunque parece que este pico de sierra es verdaderamente alto: por primera vez en decenios la FMG se expande: acaban de invertir en adquirir un antiguo polvorín en Linares (Jaén), buscando más espacio de almacén y un área para desarrollar sus propios propelentes en un mercado tensionado. En la antesala del despacho del director, entre la sobria decoración hay una Santa Bárbara, la patrona de la Artillería. González cruza delante rápido hacia el museo de la planta; está liado. “Armarse no conduce necesariamente a la guerra”, dice. En el camino, flanqueado por viejos obuses, teoriza sobre la disuasión: “Lo primero de la defensa, ante cualquier peligro, es demostrar que tú eres fuerte, que se te vea con capacidad de respuesta. Así es como no tendrás que utilizar nunca tu armamento”. La charla de los trabajadores antes de volver al tajo sería una escena común si no estuviera presidida por un castillete de ladrillo con almenas y, un poco más allá, edificios de aire modernista y art decó. Es un recinto con claro valor monumental. La factoría ha cumplido 701 años, es el centro fabril activo más viejo del planeta… “con permiso de los chinos, pero no sabemos, porque de este tipo de fábricas no cuentan nada”, explica Francisco Ruiz Ruano, trabajador y delegado de UGT en la FMG. “Es por el agua de la acequia de Aynadamar. Los moros del Reino de Granada vieron que era muy buena para fabricar pólvora”, tercia Fabiola, la jefa de personal. La FMG es patrimonio de interés cultural de Granada. Y también parte de su memoria histórica. Durante la Guerra Civil trabajaron en el recinto más de 1.200 municioneros. Y municioneras: al principio las mujeres entraban para coser saquetes de pólvora, pero acabaron haciendo todas las funciones. La ejecutiva presume de avances del presente: “Tenemos incluso un plan LGTBI”. En el museo de la fábrica se guardan las zapatillas que calzaba Alfonso XIII en sus visitas, y una gran olla de hierro en la que se hacía la pólvora del rey. Pero la joya del recinto es un teatro que conserva la decoración de los años 30. Durante la II República pasó por su escenario La Barraca. Sentado en los viejos sillones de la platea, Ruiz Ruano explica que “los trabajadores de aquella época tuvieron la suerte de ver actuar a la compañía de Federico García Lorca”. La fábrica granadina es parte central de la biografía del sindicalista. Ruiz Ruano, de 61 años, lleva 40 en la fábrica y es padre de dos trabajadores de FMG. Es un veterano izquierdista andaluz, empleado de FMG desde hace 40 años y, ya en su memoria, un quinto que hizo la mili en la Compañía de Operaciones Especiales 91, la COE de Granada. Esas facetas vitales se le ven trenzadas cuando dice que el rearme europeo no es una cuestión ideológica. “Estados Unidos ya no es un socio fiable -reflexiona-. No se trata de ser de derechas o de izquierdas, se trata de seguridad, de defender nuestra forma de vida, cómo entendemos nosotros la democracia, y para eso debemos tener elementos de disuasión”. Ahora bien, advierte, “tenemos que potenciar nuestra industria de defensa, porque no nos gustaría que esos 800.000 millones que dicen que invertirá Europa terminen dando trabajo y dinero a la industria americana. Estaría fuera del sentido común...” Cuenta el ugetista que la plantilla está “expectante con las contrataciones”, con el trajín del aumento continuado de la producción que los más mayores de la plantilla no habían visto antes. Y, sin embargo, la calma impera en el recinto, sus patios y calles, el ir y venir de camiones sin logo. El director lo resume: “Somos discretos, y así queremos que siga siendo”.