La cultura que nos viene

Dulce, Alana y nosotras las demás

Margarita, la Moraíta, Eugenia, La Peluca, San Blas, las madres, el barrio obrero, el obrero que te defiende del señorito, las mujeres de la calle, la identidad, la ternura, la luz. Cuánta luz en “La mala costumbre”, premio Dulce Chacón de Narrativa. Alana Portero, diosa entre las diosas

Alana Portero.

Alana Portero. / EL PERIÓDICO

«La Peluca era bajísima, flaca como un perchero y estaba arrugada de tal forma que cuando se movía parecía estar interrumpiendo un inexorable proceso de momificación. Siempre fue vieja. Iba maquillada como una caricatura de mujer mayor maquillada, con sombra azul, línea de ojos negra, labios rojos y una base perfectamente cuarteada color piel de patata monalisa. Olía a flores muertas abandonadas en un cajón y siempre iba musitando en voz baja alguna retahíla de palabras ininteligibles, como una oración secreta con cierta dosis de veneno (...). Se suponía que debía darme miedo, pero me enternecía su aspecto, el trazo irregular y temblón de su línea de ojos y sus labios mal pintados, me recordaban a mis maquillajes clandestinos de por entonces, los que me hacía a toda prisa en el baño de mi abuela con la habilidad de una criatura de cinco años no especialmente dotada para la pincelada limpia. Mis primeros pasos como travesti fueron los de una transformista de metro veinte que imitaba a una anciana bruja y chamarilera que olía a tanatorio». 

Nosotros, disculpen, la vimos primero. Digo «nosotros» y hablo del Fancinequeer, antes Fancinegay, que premió a Alana Portero (y digo «nosotros» porque no hay festival más mío que ese) por sus artículos varios años antes de que publicara «La mala costumbre». Cuando el alcalde de Zafra decidió que el premio era muy de izquierdas y quiso hacer con las bases lo que le dio la gana porque la calle es mía y el pueblo soy yo, yo dije que, en un mundo perfecto en el que todo hubiera seguido igual, «La mala costumbre» estaría entre las obras finalistas. No lo dije en público, porque los periodistas no podemos opinar (pero ah, yo sí que opino: aquí), pero mis amigos (los pocos amigos con los que hablo de libros) pueden dar fe. 

Entre los libros más votados

Luego todo volvió a su cauce y «La mala costumbre» estuvo entre los libros más votados y yo me solacé, que es lo que me pasa cuando el tema de las personas trans ocupa el centro, a pesar de las muchas nazis (son nazis: me gusta ser precisa con el lenguaje, soy periodista) que hablan del borrado de las mujeres. 

Porque «La mala costumbre» cuenta la historia de una mujer trans. Eso ha opacado el resto de los temas de la novela, porque, ah, lo que nos gusta el reduccionismo a los periodistas, pero realmente «La mala costumbre» es un «Betty», un «Las aventuras de Tom Sawyer», un «Las aventuras de Huckleberry Finn»: un coming-of-age (en perfecto castellano: una novela de crecimiento, una novela sobre el paso a la edad adulta) en la periferia.

En Extremadura tenemos pocos barrios y no son esas moles brutales de Madrid. El barrio, en Madrid, es otra cosa. En los barrios se trabaja, muchas veces de sol a sol, y el amor es trabajoso, porque cultivar la comunicación, sacar tiempo para ir al teatro y para ir al cine y para leer o para hacer deporte son privilegios ahora y lo eran también en los ochenta. El amor obrero también es otra cosa. Es más acerado. En la casa de «La mala costumbre» pasa lo que en las novelas de Jane Austen: lo que ocurre es lo que no se dice.

La periferia, decía; los cuerpos disidentes (se habla mucho de cuerpos aquí, porque qué mujer está contenta con su cuerpo), el amor obrero, la droga (cuando decimos la droga siempre es «la heroína»), las travestis antiguas tan valientes, las trabajadoras sexuales de ahora que eran las putas de antes, los cuidados vecinales, los cuidados en las familias, la identidad. 

Habla sobre la identidad

«La mala costumbre» habla sobre la identidad del mismo modo que lo hace «La llamada de lo salvaje», cuyo protagonista, recordemos, es un perro. Y, se lo aseguro, habrá poca gente que ame a Buck más que yo. Y, como «La llamada de lo salvaje», tiene una estructura clásica. Es un viaje del héroe. Se le llama siempre «viaje del héroe» porque la mujer se quedaba en casa esperándole, como Penélope, o la había raptado un dragón (y con eso hemos crecido y hemos conformado nuestra idea de nosotras mismas: fabuloso).

En este caso, es un viaje de la heroína, con sus paradas y sus otros personajes que la hacen avanzar. Como La Peluca. 

Las vidas son difíciles, en general. Pero hay amigas. «Me gustan mis amigas porque puedo ser inteligente con ellas y no pasa nada», escribió Dulce Chacón. Si se te ocurre ser inteligente con un hombre sí que pasa. 

Cuando escribimos “Mapa para elefantes blancos”, a Diego González y a mí nos preguntaban que de dónde habíamos sacado a diez personas trans. “Bueno, en mi caso son amigos”, dije. Y por fin están en el centro de la literatura y sus historias se publican y ganan el Dulce Chacón.

La perla

Festival de Percusiones en Villanueva

En Villanueva de La Vera, ha nacido el primer Festival Percusiones, que nos presentan como «un encuentro único en la Vera, dedicado a explorar el universo de la percusión, presentado por Ras de Terra y Musikex». Bajo la dirección artística de Joan Soriano y Víctor Segura, nos sumergiremos en la riqueza sonora de instrumentos de percusión como la marimba, el vibráfono y muchos más, en un ambiente íntimo y envolvente. El festival tendrá lugar en Ras de Terra y la iglesia. Un programa ecléctico y magnífico, añadimos. Desde Bach a Philip Glass.

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