La cultura que nos viene

El creador de mundos

Pocas veces un creador te acompaña desde la adolescencia hasta la edad adulta: a veces se les abandona y luego se regresa a ellos, pero eso no ocurrió con David Lynch, que ha ocupado un lugar central en la construcción de cómo entiendo el mundo, cómo me refugio en él y cómo me enfrento a él.

David Lynch.

David Lynch. / EUROPA PRESS

En noviembre de 1990, yo tenía 14 años, escuchaba a Jimi Hendrix y Janis Joplin desaforadamente, pero también a los Beatles y a Billie Holiday y a Tracy Chapman y no me acuerdo de qué leía, pero leía con la misma rabia: sí sé que habían llegado Whitman y Tennyson y el ‘Poeta en Nueva York’ de Lorca y Warren Miller y Jamaica Kincaid. Y, algo de tiempo antes, Mark Twain.

Eso es lo que recuerdo de los catorce. Pero, sobre todo, recuerdo ‘Twin Peaks’. ‘Twin Peaks’, que veíamos mis hermanos y yo religiosamente, con fruición, mientras en casa se planteaban si eso era para niños o no y luego, por supuesto, leí el ‘Diario secreto de Laura Palmer’, de Jennifer Lynch, que debió de escribir con poco más de veinte años y que acabó sin pastas y desmembrado de tanto que me lo aprendí. Puedo recitar frases de memoria: las que hablaban de la que yo era y de la que sigo siendo, porque hay cosas que no cambian varias décadas después.

Cuando Ed y Norma se besaron, por fin, mi hermano mayor y yo nos escribimos: «27 años esperando esto».

Si a mí me preguntaban por un director favorito, de entre todos los que amo, su nombre era el primero: «David Lynch».

«Pero si no se le entiende», me decían. Yo pensaba: «No le entenderás tú».

De hecho, se le entendía tan poco que, cuando se estrenó ‘The Straight story’, muchos críticos dijeron que era la menos lynchniana de Lynch. Que esta película contaba una historia medible, apresable. Por eso es la favorita de su filmografía de buena parte de la gente que dice admirarle. Que ‘The Straight Story’ sea puro Lynch reconocible y su película más abstracta (eso lo dijo él) da lo mismo: la película se entiende, como ‘El hombre elefante’. Yo me reí mucho, lo confieso. Lo mismo me enfadé también. Posiblemente. A los 23 una se enfada. Qué hace esta gente escribiendo sobre Lynch si no tienen ni idea de Lynch.

Debatimos mucho sobre ‘Carretera perdida’ y sobre ‘Inland Empire’, que fuimos a ver al cine. Y supimos, cómo no, que Sailor y Lula no hacen el amor: follan. Algunas frases de ‘Terciopelo azul’ se nos grabaron.

He disfrutado mucho con este señor. Luego tuve (y tengo) una amiga igual de fascinada por él que yo y que, como yo, lloró a mares el 16 de enero y siguió llorando el 17, cuando nos enteramos de su muerte con ese mensaje bellísimo que puso su familia: «Hay un gran vacío en el mundo ahora que ya no está con nosotros. Pero, como él diría: Mantén la vista en el donut y no en el agujero. Hace un día precioso, con un sol dorado y cielos azules por doquier». Y nos mandamos whatsapps y audios («vamos a comentar dos de los capítulos de ‘Twin Peaks’ en clase de inglés. Y uno es el de cuando llega Gordon y le dice a Shelly que a ella sí la escucha»). En esa serie salía Denise Bryson, agente trans, la interpretaba David Duchovny y la trataron con tantísima dignidad en un tiempo en que a las mujeres trans en el cine se las ridiculizaba, que ahora nos produce reconocimiento y ternura. La frase que dice Gordon, «Fix your heart or die» («Arregla tu corazón o muere») se convirtió en un grito de guerra de la comunidad LGBTIAQ+. Pionero, lo llaman. A mí me gusta pensar en que era buena persona.

Lynch me enseñó que hay gente que se compromete con lo global y a quienes le interesa lo más cercano, sin que eso implique que se es laxo o poco activista. Que, a veces, tras las fachadas bonitas y los visillos, hay recovecos tortuosos que no le interesan a nadie, que nunca le han importado a nadie. Comencé a valorar la meditación -que no practico en absoluto- gracias a su interés (y porque sacó a gente de la calle también, gracias a la fundación que creó el propio Lynch). Amé a gente, amé canciones, amé a artistas, a actores y actrices, compositores y cantantes y a otros directores gracias a este señor. Y siempre que vi un telón me acordé de él. Siempre, durante 34 años. Yo fotografiaba telones mientras mi amiga Cristina, con la que quedé para ver el último capítulo de la segunda parte de ‘Twin Peaks’, una a 600 kilómetros de la otra, hace faldas y bolsos con rayas blancas y negras al más puro estilo del suelo de la Back Lodge o busca su casa en ‘Mullholand Drive’.

Murieron Frank Silva, Frances Bay, Jack Nance, David Bowie, Catherine E. Coulson, Miguel Ferrer, Julee Cruise, Warren Frost, Piper Laurie, Michael Parks y Peggy Lipton y Harry Dean Stanton. No creo en otra vida después de la muerte, pero qué bonito es fantasear con un recibimiento en el paraíso y un concierto y cuadros y charlas y mucho tabaco para este señor que construía mundos, porque eso es para lo que sirve el cine, y que nos dejó entrar en todos ellos.  

La perla

Después de triunfar en los cabarets de media Europa, el bailarín flamenco Juan Martínez, y su compañera, Sole, estaban en Rusia durante la revolución de 1917. Imaginen: revolución de octubre, guerra civil. Manuel Chaves Nogales le conoció en París y se asombró tanto con sus andanzas que las escribió en un libro, ‘El maestro Juan Martínez que estaba allí’. Ahora, Miguel Rellán interpreta a ‘El maestro Juan Martínez, que estaba allí’, y no en otro lugar, en el teatro María Luisa de Mérida, a las siete de la tarde mañana sábado. No se la pierdan.

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